8.5.14

Días de facultad XXXIV

En las fechas que celebramos hay una asimetría injusta y oficializada: Si de verdad fuéramos un país laico, las fiestas católicas no tendrían por qué ser día de asueto y la autoflagelación debería ser asunto privado. Quizá tendríamos que celebrar las gestas heroicas que “nos dieron patria”, aunque, por dar un ejemplo, la independencia frente a España no le dio libertad a los indígenas ni a los desposeídos. Es claro que el día de la independencia no nos hizo libres, dejó de explotarnos el “gachupín” para que nos explotara el latifundista; los impuestos los dejaron de derrochar los Borbones y los pasaron a derrochar los gobernantes inmundos que ha tenido nuestra tierra.  
En realidad, más que gestas y natalicios, deberíamos celebrar valores: el día de la independencia se podría llamar “día de la lucha por la libertad”, quizá el natalicio de Juárez podría llamarse “día de la batalla por la no exclusión” El viernes santo podría ser el “día de la tolerancia religiosa”. Y ahí podríamos hacer nuestras procesiones laicas y no sectarias. Y lo que digo no es cosa sólo de símbolos, es educación, se trata de reafirmar en los asuetos las razones por las que estamos juntos y no las razones que nos separan.

Pero en México somos (algunos no, yo tampoco) muy católicos, muy nacionalistas, muy dogmáticos. Nos aferramos a una historia mal contada y que no nos ayuda a que nuestro proyecto común sea menos injusto. Y somos excluyentes: los no católicos y los no nacionalistas no son mexicanos “de verdad”. 

Yo soy de los que defiende que tendríamos que refundar este país: hacer una constitución incluyente, expulsar definitivamente la religión de lo público, conmemorar las luchas contra la dominación y la injusticia, que dicho sea de paso, tendrían que incluir un día contra el machismo, que nos ayudara a recordar que tenemos que luchar por vivir en un país donde casos como el de Cuaúhtemoc Gutierrez y el del ex delegado Rubén Escamilla, que hoy día es asambleísta, sean inaceptables y vergonzosos. Pero claro, el enaltecimiento católico de las vírgenes no nos ayuda en nada a cambiar los estereotipos machistas. En fin, las fiestas públicas tendrían que ser cívicas, no religiosas ni nacionalistas. 

Por último, resulta un contrasentido decretar ley seca en una ciudad en la que se discute dejar de perseguir a los consumidores de mariguana ¿dónde quedan nuestras libertades? Quizá la restricción tiene sentido en las inmediaciones de los eventos masivos, especialmente el de Iztapalapa, pero ¿en 8 delegaciones? Y peor aún, la disposición no afectaba a todos por igual: el rico se podía emborrachar en restaurantes y bares, mientras que el pobre no podía comprarse una cerveza en la tienda, para pasar la tarde.

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