3.10.13

Días de facultad XXV

Hace unos días hablé sobre el ensayo que acabo de publicar, La fragilidad del campamento, que trata del papel de la tolerancia en la vida democrática. Me hicieron varias preguntas, pero dos me hicieron pensar mucho. Primero me preguntaron si la educación podía hacer que las personas fueran más tolerantes y después se interesaron por saber si yo era optimista con el futuro de la sociedad mexicana.
Hay muchos textos que hablan de lo importante que es la educación para lograr que las personas sean ciudadanos, lo que es fundamental para la democracia, pues una democracia sin ciudadanos es apenas un esqueleto de instituciones que no veo cómo podrían funcionar. Son los ciudadanos comprometidos los que hacen que una democracia sea un gobierno justo donde se respeten las libertades. Por dar algunos ejemplos, Martha Nussbaum habla del asunto. También Victoria Camps. 


Pero claro, esa certeza no se queda sólo en el espacio teórico. Veamos: en Francia, como en México, también se está llevando a cabo una reforma educativa. Lo que pasa es que allá sí es educativa, por ejemplo, el eje de la reforma es una refundación pedagógica en la que se pretende avanzar hacia una nueva forma de enseñar, mucho más apoyada en lo digital. Otro punto, para mí central, es que a partir del inicio del ciclo escolar en cada uno de los salones de educación publica cuelga una carta de la laicidad, que es una declaración de derechos y deberes. Esto, con la finalidad de reforzar la educación ciudadana, para fortalecer los valores democráticos. Déjenme citar algunos de los 15 puntos de la carta: “El laicismo permite el ejercicio de la ciudadanía, conciliando la libertad de cada uno con la igualdad y la fraternidad”. “Todos los estudiantes tienen garantizado el acceso a una cultura común y compartida”. “Los alumnos no pueden invocar una convicción religiosa para discutir una cuestión del programa”. En estos tres puntos se defienden asuntos indispensables como que la libertad está ligada a la igualdad y a la fraternidad o que en el espacio público debemos hacer de lado nuestras convicciones religiosas. Ese es el camino.
Veo la reforma Francesa y la comparo con la mexicana y sólo puedo respirar profundamente y decir que tristemente no tengo muchas esperanzas en el futuro de México. Ahora, eso no quiere decir que nos quedemos de brazos cruzados. Hagamos el intento, quizá no fracasamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo