7.9.13

Días de facultad XXIV

Desde las ventanas de la facultad no se ve el futuro. O se ve como cuando los vientos negros y fríos que llegan desde Veracruz se rompen con el Ajusco. 
Fui a escuchar al doctor Magallón hablar de filosofía latinoamericana, una buena charla que generó bastantes preguntas del público. Todas daban vueltas sobre el mismo temas hasta que, de pronto, una muchacha que estaba sentada cerca de mi  le dio un giro a la mañana. Su pregunta era más bien una afirmación sobre su futuro. Habló de lo mucho que le costaba conseguir trabajo en la academia y de la mala idea de que su licenciatura, estudios latinoamericanos, no se encuentre reconocida en ninguna materia de las preparatorias. Me explico: los licenciados de dicha carrera no pueden ejercer, o eso dijo ella, de profesores de bachillerato, y es que historia la dan los historiadores y ética los filósofos.
Después dijo algo que yo nunca había escuchado: ella se había empleado de cualquier cosa para poder vivir y usa sus ratos libres para hacer investigación. Eso yo lo había oído de músicos, pintores y novelistas, nunca de investigadores. Pero si lo pensamos bien, ejercer de investigador “profesional” es bien difícil, casi no hay plazas y estas se compiten encarnizadamente. Muchos de mi generación, amigos, compañeros de facultad, están hoy día trabajando en universidades europeas y estadounidenses, aquí simplemente no hay espacio en la academia. Y esta muchacha era más joven, llegó más tarde todavía. 
Además, debemos reconocer que la academia está entrampada en muchos vicios: para obtener ascensos de nivel debes dirigir tesis de posgrado; para lo que tienes que ser tutor de un posgrado; para lo que tienes que dar clases en el posgrado, pero nadie garantiza que el comité académico apruebe tu curso. Ni siquiera lo dejan a la elección de los alumnos, simplemente no lo aceptan. Si lo pensamos bien, es una forma de entorpecer la competencia. 
Por otro lado, sabemos que es necesario publicar en revistas académicas. Esto genera que sus espacios para publicar sean muy cotizados, lo que hace que éstas se permitan todo tipo de malos tratos. Ya no hablemos de que se tardan un año en dictaminar un artículo, un año para decirte si es o no aceptado. Muchas veces no se toman ni la molestia de acusar recibo. Así como lo escuchan, no son capaces de mandar un mail que diga: “recibimos su texto, será evaluado a la brevedad, no mantendremos ningún otro contacto con usted”. Nada. Pero claro, estando las cosas como están, se pueden dar esos lujos y mientras más lentas sean las revistas en dictaminar, los de abajo son menos amenaza para, no digamos los de hasta arriba, lo de en medio, que son los que dictaminan. 
Ser doctor no implica ser honesto, ni tampoco solidario. Una lástima. 

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