26.7.13

Días de facultad XV

Quizá uno de los ideales de la convivencia humana sea desterrar la violencia. Vivir sin ella, no necesitarla. Pero claro, es un ideal; la realidad es otra, los hechos no dan tregua: todos los días nos muestran que seguimos en un país de miserables que golpean a sus mujeres, que violan turistas, que secuestran niñas para venderlas al mejor postor. Un país donde los asesinos se pasean por las plazas, y además extorsionan y secuestran.
Desgraciadamente, la violencia también invade nuestras escuelas, el caso más reciente es el de los estudiantes que prendieron fuego a las oficinas de su CCH porque les prohibieron vender dulces y mariguana al interior de su plantel.
La UNAM tiene dificultades, desde hace mucho tiempo, para lidiar con los violentos. La huelga de 1999 es un claro ejemplo, la universidad estuvo cerrada por meses pese a que la rectoría reculó y canceló el aumento a las cuotas. Incluso siguió cerrada tras la renuncia del rector. De hecho, tras 14 años, el Auditorio Justo Sierra/Ché Guevara de la Facultad de Filosofía sigue en manos ajenas a la facultad. Y ¿qué hacemos?, ¿dialogar? Sin duda el diálogo es la mejor vía para resolver problemas entre personas dispuestas a aceptar las consecuencias de las razones. Sin embargo, frente a tipos que tiran bombas molotov o invaden instalaciones, frente a los violentos, el diálogo puede ser suicida.
¿Y que pasa con la violencia ejercida legítimamente? ¿la UNAM no tiene derecho a ejercerla? la UNAM depende de la fuerza pública, ya sea federal o local, así que en términos estrictos, no. Lo único que puede hacer es solicitar apoyo, como hace, por ejemplo, cuando los pumas juegan en CU. Difícilmente se podrían celebrar estos partidos sin el apoyo de la policía de la ciudad que entra al Campus, revisa a los asistentes y los cuida. Además, en caso de violencia, actúa e incluso arresta a los violentos.
Sin embargo, aunque en algunos casos sean los mismos, parece haber una diferencia entre “fanático de futbol” y “estudiante”. Me temo, y esto apenas es una hipótesis, que a la sociedad mexicana le resulta aceptable que la policía intervenga para detener los desmanes de unos aficionados, pero no que lo haga para frenar las arbitrariedades de los estudiantes. Creo que esto se debe a la falta de reparación del daño, la falta de justicia, la impunidad en la que aún viven los criminales que ordenaron y que llevaron a cabo la matanza de Tlatelolco. Me parece, e insisto, sigue siendo una hipótesis, que la fuerza pública de este país no ha recobrado la legitimidad para tratar con estudiantes, aunque cometan actos inaceptables, por esa sombra que el Estado no ha logrado quitarse. Y no lo ha logrado porque no ha hecho casi nada para que suceda. Mientras esto siga así, la UNAM seguirá maniatada y la violencia tan campante.

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