25.7.13

Días de facultad XIV

Los cambios quitan tiempo y, gracias a que mi vida académica ha dado un vuelco, estuve alejado de Campus durante enero, pero los Días de Facultad han vuelto con el semestre.
El regreso a clases, además de que le trae vida a la facultad, que sin alumnos es como camposanto, llevó al salón donde imparto Ética una pregunta a muchas voces: ¿liberar a Cassez fue una injusticia?
Por supuesto, la pregunta es idónea para una clase de Ética, como también lo sería para una de derecho, en donde la noción de “Justicia” debe jugar un papel fundamental.
Entre algunos alumnos surgieron inquietudes que he oído en todos los medios y a diestra y siniestra: tiene cara de secuestradora o ¿cómo es posible que viviera con un secuestrador y no se diera cuenta?
Vamos por partes y arremetamos primero contra estas obviedades: la cara y la nacionalidad no son prueba de nada. En realidad, es detestable la xenofobia que aflora en el debate público cada vez que un extranjero está involucrado en algo, somos un país lleno de prejuicios, lo que habla de nuestra educación, que es tan mala que no logra quitarle estos prejuicios básicos, por torpes, a la población.
¿Recuerdan el caso de Josef Fritzl? El señor encerró a su hija en su sótano y tuvo tres hijos con ella. Pero el punto importante no es ese, sino que su esposa, Rosemarie y sus nietos, hijos de la mujer encerrada, no se dieron cuenta durante 24 años. Es decir, es perfectamente posible vivir con un secuestrador y no enterarse. Ese, de nuevo, es un mal argumento.
Pero lo más importante del asunto Cassez y que no hemos logrado transmitir al grueso de la población, es que el debido proceso es indispensable porque nos garantiza tener un juicio justo, sin, digamos, pruebas inventadas.
Cuando se manosean las pruebas y se influye en los testigos resulta imposible determinar la inocencia o culpabilidad de alguien, por lo que debe prevalecer la presunción de inocencia.
Así pues, al defender el debido proceso, la Suprema Corte de Justicia de la Nación está defendiéndonos a todos los que habitamos este país contra los abusos de la autoridad, tan comunes al momento de juzgar. Recuerden el caso que se hizo película: Presunto culpable.
Pero ¿y si era culpable? No tenemos forma de saberlo, es decir, queda viva la duda razonable y por ello, no podemos mas que presumir su inocencia. “En fin”, les dije a mis alumnos, “me parece que se hizo justicia”.

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