30.7.13

Días de facultad XVIII

Lo puedo notar en los pasillos, ya no digamos en el salón de clases: la comunidad estudiantil, al menos con la parte que tengo contacto, está enojada.
Hace semanas los alumnos mostraron su preocupación por lo que sucedió en el CCH Naucalpan y luego en la dirección de los CCH en Ciudad Universitaria, temían que el problema escalara. La toma de Rectoría, además de dejarlos preocupados, los afrentó. ¿Cómo es posible, me preguntan, que quince personas tomen por la fuerza el corazón administrativo de la UNAM?
Ensayemos una respuesta: lo obvio y el lugar más común, aunque por ello no deja de ser cierto, es que la única fuerza de los unamitas es la de la razón. Así, en primera instancia, siempre seremos vulnerables a los ataques de quienes usan la fuerza física. La de la razón es más lenta. En este ajedrez, siempre nos toca ser negras.
¿Podría ser que nuestra fuerza no sólo fuera la de la razón? Creo que no, y en esto los novatos se equivocan cuando comparan a la UNAM con alguna universidad estadounidense y se preguntan si allá lo que le sucede a nuestra institución podría ser posible. Seguramente no, pero esas comparaciones son un sinsentido, el contexto histórico es importante y ni qué decir del social.
La UNAM siempre parece estar sobre un polvorín, por eso todas las respuestas de la autoridad son meticulosas al extremo, para no dar excusas a un paro que luego derive en una huelga prolongada, como la que nos paralizó en 1999. Esto explica, en algún sentido, que el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras siga fuera del control de las autoridades universitarias. Otro elemento, el más importante, es que las autoridades y la comunidad de la Facultad, parecen haber dado por perdida la batalla, no veo que pidamos insistentemente que nos devuelvan el auditorio.
¿Que tendría que pasar para que la UNAM pudiera estar en una situación menos explosiva? La teoría de la válvula de escape es muy vieja, la he escuchado desde hace 30 años. Lo que dice es que el país es una olla exprés y la UNAM una de las válvulas de escape. Así que cuando se calienta la situación política, social o económica, una de las primeras en padecerlo es la UNAM. Déjenme aventurar algunas fechas que podrían estar relacionadas, no me detengo en los eventos: 1966 en la UNAM—1968 en el país; 1986 en la UNAM—1988 en el país; 1999 en la UNAM—2000 en el país. Los binomios anteriores pueden ser coincidencias, sin embargo, por mor al argumento, vamos a dar por cierta la teoría de la válvula de escape y con ello podemos ir adelantando la respuesta a la pregunta que hacía. ¿Que tendría que pasar para que la UNAM pudiera estar en una situación menos dramática? El país debería ser menos injusto, menos violento, más democrático.
Dado el contexto, la UNAM y sus autoridades tienen que seguir siendo meticulosas y moderadas (aplaudo las palabras del Dr. Narro y lo apoyo). Por otro lado, me parece que la condena de los estudiantes, profesores y académicos debería ser más enérgica. No estoy sugiriendo confrontar cara a cara, los otros están encapuchados, llevan martillos y ya han quemado oficinas y personas. No, una condena masiva, en las islas, a una hora acordada, un Goya de decenas de miles. Y esto lo deberíamos hacer cada vez que nos agredan.
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