11.10.12

Días de Facultad VIII


El liberalismo, me comentaba mi adjunto, es el enemigo de muchos multiculturalistas de la facultad. Y sí, es el diablo: dicen “liberalismo” y se ponen serios e indignados, lo nombran como si Rawls, Nussbaum, Sen, fueran Bush, el FMI o, para mexicanizar la cosa, Salinas, qué se yo.
Hace muy poco fui a un coloquio de estudiantes, que son como el laboratorio de un genetista loco, uno puede toparse especies muy interesantes y también disparates alucinantes. Una de las ponencias, muy bien expuesta, se refería al liberalismo como una teoría que busca la homogeneización de la cultura: una cultura igual para todos. Para afirmar eso es necesario no haber abierto nunca el liberalismo político de Rawls. Vean: en la página 12, que es como la segunda de la introducción (se llega a ella después de leer 2 minutos) Rawls dice: “una sociedad democrática moderna […] se caracteriza por una pluralidad de doctrinas comprehensivas religiosas, filosóficas y morales”. Y más adelante se pregunta (página 13): “¿cómo es posible que pueda persistir en el tiempo una sociedad estable y justa de ciudadanos libres e iguales que andan divididos por doctrinas religiosas, filosóficas y morales razonables?” En fin, el autor busca en su obra un acuerdo de distintos, no homogeneizarlos culturalmente. Es un disparate.
Luis Villoro, a quien le debemos muchísimo en el debate multicultural, a sabiendas de lo que enfrentaba, postuló la siguiente equivocación en la que caen los defensores del pluralismo: “Liberalismo, sin embargo, suele entenderse en un sentido más restringido como una doctrina económica y política específica que, en algunos países, se tilda de “neoliberalismo” o de “liberalismo basado en la neutralidad”. Sí, muchos liberalismos postulan la neutralidad o el agnosticismo del Estado, sin embargo, esto no implica la búsqueda de la homogeneización cultural, en todo caso lo que significa es que en el espacio público los acuerdos entre las personas sean los mínimos necesarios para ordenar la sociedad de manera justa. Para hallar estos mínimos, Rawls, por ejemplo, postula la necesidad de ser imparcial a la hora de escogerlos (no es espacio para hablar en detalle de las restricciones razonables del acuerdo). Pero Nussbaum, por ejemplo, prescinde de la idea del acuerdo y de la necesidad de que las partes sean independientes e iguales y por ello no necesita de la imparcialidad. Y es liberal, bien liberal.
El libre comercio, quitar regulación a los mercados, es liberalismo económico, no político. La diferencia es abismal.
Los filósofos y los estudiantes de filosofía tendrían que desechar los prejuicios de la argumentación, nada fundado en un prejuicio puede ser una buena razón.

1 comentario:

  1. dónde, pues, se puede encontrar una crítica justificada o que le parezca interesante al liberalismo, a sabiendas de que se ha erigido como enemigo natural del estudiantado

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