3.10.12

Días de facultad IV


Los profesores preparamos nuestros cursos con tiempo, o al menos eso es lo que yo hago. Sin embargo, que el curso esté listo no quiere decir que semanas antes de comenzar las clases, no necesitemos consultar libros de las bibliotecas, ya sea porque se nos ocurrió incluirlos, o porque tenemos dudas sobre el fragmento que le pediremos leer a los alumnos.


El lunes 26 terminaron las vacaciones en la UNAM (no la de los alumnos), y por ello acudí a la biblioteca de la Facultad, para tratar de consultar unos cuantos libros. Y como era de esperarse, el personal de la biblioteca estaba puntualmente en su lugar de trabajo; sin embargo, al entrar, prestos me indicaron que no habría servicio hasta el día 6 de agosto, cuando los alumnos regresan a clases. Por supuesto, muy en mis adentros, lo otro sería una descortesía, maldije. Y ya en plenas maledicencias, recordé todo lo que opino de esa biblioteca desde que estudié filosofía en la facultad, entonces aún buscábamos libros en fichas y no porque no hubiera computadoras,  yo ya tenía correo electrónico y era del servidor de la UNAM, simplemente no habían vaciado las fichas en una base de datos computarizada. 

Las fichas quedaron atrás. Pero en realidad el problema nunca fue la búsqueda, sino el hallazgo: la biblioteca no se da abasto, demasiados alumnos en pos de los mismos títulos. Además, el acervo es viejo, de lo recientemente publicado hay pocas cosas, muy pocas.  

Fui a la Biblioteca Central, en eso Filosofía y Letras es privilegiada, desde algunos puntos de la Facultad queda más cerca ese edificio cuadrangular, símbolo del campus (es común encontrar turistas fotografiándolo) que la biblioteca propia. Esa sí estaba en funcionamiento, sin embargo,  dado que están revisando el catálogo, el lado oriente se hallaba cerrado. Así pues, tampoco pude revisar la bibliografía que me interesaba. 

En fin, el programa de ese curso queda en espera de que este profesor pueda consultar los títulos que necesita. En otras cosas, cada año cuando a estas alturas surge el tema de los “rechazados”, las personas que saben que soy profesor de la UNAM suelen preguntarme qué opino y les digo que si atendemos a la siguiente definición de mérito: “acción que hace al hombre digno de premio o de castigo”, es injusto que si ha de repartirse una cosa (en este caso, el espacio en la matrícula de la UNAM) entre dos personas, la obtenga quien tiene menos mérito. Sin embargo, y esto es muy importante, medir el mérito no es sencillo. Lo que no es forzosamente cierto es que los alumnos del bachillerato de la UNAM, que tienen pase reglamentado, tengan forzosamente menos 
mérito que quienes presentan examen y son rechazados. Esa falacia es moneda corriente, y es un prejuicio. Eso sí, es a todas luces un hecho que necesitamos más espacios para que los jóvenes que quieren estudiar estudien; y ya puestos a pedir, mejor, mucho mejor educación básica. 

También necesitamos más puestos de trabajo para los jóvenes que se titulan, de lo contrario no serán rechazados, serán desempleados.

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