7.7.12

Días de facultad I


No me he tomado el tiempo de averiguar cuántos alumnos tiene la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero en hora pico, por ahí de las 12:00 del día, parecen miles (sé que son miles).
Muchos fuman en los pasillos, la facultad es permisiva con el cigarrillo. Nadie se toma el tiempo de hacer cumplir la norma que prohibe fumar en espacios cerrados; y no digo que se instituya una policía que regañe niños, si no es preparatoria. Yo creo que habría que convencer a los alumnos con buenas razones.
Afortunadamente ya no se fuma en los salones, como cuando yo estudié. Entonces dependía del maestro que impartía la clase, si se fumaba o no en el salón. Hoy sólo pasa en los pasillos y es decepcionante, porque sin duda algo nos dice de la civilidad y del respeto por los demás. En una facultad de filosofía, cumplir normas tan obvias tendría que nacer del ronco pecho de los estudiantes.
Que mis alumnos salgan de una clase de dos horas en la que discutimos lo importante que es respetar al otro y prendan un cigarrillo, es una clara muestra de lo poco que entendieron de la clase. Y es un buen balde de agua fría, para quien participa de la educación pública y piensa que por ahí cambiaremos las cosas, en esta sociedad que tantas veces se muestra violenta y pusilánime.
Pero claro, el mundo está lleno de ejemplos para ser pesimista: seres humanos corruptos, dispuestos a agredir al otro por nimiedades, ladrones, usureros, cobardes. No ser pesimista frente a esta realidad, que percibimos día a día, requiere de un esfuerzo. La actitud que yo defiendo es no ser pesimista, pero tampoco cándido.
Quizá la primera lección que debemos dar es que tirar las esperanzas, volverse nihilista así nada más, es tomar el camino fácil. Nadie dijo que bastaba abrir las ventanas para ver a la humanidad celebrando la existencia.
No hay nada que celebrar, dicen los pesimistas, ningún intento tienen sentido: el hombre es un lobo para el hombre y la autoridad a la que Hobbes quería que le cediéramos nuestra autonomía es corrupta y opresora.
Sí, muchos gobernantes son cínicos, corruptos, farsantes. Pero que así sea, no quiere decir que así deba ser. Hay pesimismos que sólo son abandonarse a la deriva, claudicar. Y yo, cada vez estoy más convencido de que la filosofía moral tiene que lidiar con los pesimistas, con quienes la acusan de un idealismo burdo. La ética es otra cosa, buscar caminos para la cooperación, donde las normas más sencillas son importantes. Ese desdén por cumplir la sencilla regla de no fumar en espacios cerrados, nos señala que algo estamos haciendo mal: los alumnos leen mucho a Heidegger y a Hegel pero no pueden cooperar con los demás.
En Campus

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