27.4.12

El arte de perdurar


Cuando se recibe una lección hay que reconocerlo. Así, esta breve entrada es para señalar aquello del libro de Hugo Hiriart, El arte de perdurar, que me ha hecho ver cosas nuevas. Por supuesto, no escribo una reseña.

Desde mi lectura, los textos contenidos en este volumen son una poética del ensayo (y, por supuesto, son muchas otras cosas de las que no hablaré).

Muy desde el principio nos dice, “el único compromiso del ensayo es no aburrir, quitando eso lo admite todo: el chisme, la tentativa, la extravagancia, el juego, la cita de memoria, el coqueteo, la arbitrariedad...” Yo acabo de terminar un ensayo sin estos puntos en la mente, qué útiles me hubieran resultado. Lo bueno es que todavía habrá tiempo para una última versión. 

Sigue Hiriart, “el criterio más sano para distinguir cuento de ensayo es que el cuento precisa verosimilitud y el ensayo no”, y luego dice esto, que ya hemos leído todos en otras partes, pero puesto así, y en este sitio, es indispensable, “la realidad con frecuencia es inverosímil, pero sólo las narraciones tienen ese requisito que cumplir [la verosimilitud], la realidad puede hacer y hace lo que le da la gana.

Más adelante distingue al ensayo de la novela que, “es monstruo en el que todo cabe, es barril sin fondo. Por eso es frecuente que las novelas contengan ensayos disfrazados o patentes [...] La novela, frente al ensayo, se caracteriza por su pluralidad de interpretaciones legítimas. Mientras que el ensayo no tiene casi nunca esa ambigüedad: está escrito para ser comprendido sin necesidad de interpretación, directamente”.

Sin duda, con todo esto en mente, te acercas de modo distinto a la página, a la estructura del discurso. Y aquí cabe decir que, bien dice el título del curso que dará Mauricio Montiel: ensayar también es narrar. Es conversar, como dice Hiriart.

Luego nos deja unas perlas para reflexionar, “el esfuerzo no es elegante. Por lo tanto, el refinamiento en el vestir, por ejemplo, debe ocultar el trabajo y parecer natural, espontáneo. El refinamiento es artificialidad oculta”. 

También nos dice que, “es preferible la fealdad perceptible a la grisura. Niels Bohr, el físico, dijo una vez de una teoría: «Es tan deficiente que ni siquiera es falsa»”.

Además, Hiriart nos describe parte de lo que hace tan apetecible la prosa de Borges, “me asombra que Borges haya descubierto desde tan joven una de las claves de su modo literario de madurez, a saber, reducirse a lo particular, evitar al máximo lo discursivo y saltar de sentencia en sentencia, de ejemplo brillante en ejemplo brillante, de noticia en noticia. Borges es como un orfebre que va engarzando sus joyas”.

Para terminar un ejemplo de cómo introducir temas y dejarlos ahí, como guapa flotando en una alberca vacía, “Una conclusión es ésta: la originalidad no es condición necesaria para la producción de gran arte. Y otra conclusión podría ser: la originalidad es una categoría artística prescindible, que, a veces, desencamina la apreciación y la producción artística. Pero esta última conclusión, así formulada, es dudosa. De seguro, aquí hay algo en qué pensar”.

No cito más, con esto ya he compartido suficiente de las enseñanzas que me ha dejado don Hiriart. Volveré a mi ensayo con otros ojos. Y a quienes lean esto, les sugiero ir a El arte de perdurar, que publicó Almadía hace unos años. Dudo que les resulte indiferente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo