21.12.11

La tolerancia (tercera parte)


Apenas me da tiempo de dedicarle estas palabras introductorias a María Alós: nuestra querida amiga murió el lunes 28 de noviembre. Nos deja desconsolados. Un abrazo a su familia, a su novio, a todos los que están sufriendo con su muerte. La queremos muchísimo, no tengo duda.
Amartya Sen tiene un libro que se llama la Idea de la justicia, en el cual critica la teoría de John Ralws de muchas maneras, pero, sobre todo, por su noción trascendental de la justicia perfecta.
A Sen le interesa una teoría comparativa, no quizá para alcanzar el estado de cosas ideal, sino para dejar atrás la injusticia. Un instrumento fundamental de su enfoque es la democracia, entendida ésta no sólo como un conjunto de instituciones que permiten tomar decisiones por medio de elecciones, sino de una manera más amplia: la democracia como gobierno de discusión, la democracia como razón pública, como un instrumento para sustentar, a partir de buenos argumentos, las políticas públicas, los derechos humanos, la distribución de la riqueza.
En este sentido, la tolerancia resulta fundamental, ¿tolerancia de qué? Tolerancia del disentimiento. Déjenme explicarme: Amartya Sen está convencido de que la justicia y la imparcialidad son ideas que en cierto sentido van de la mano.
La imparcialidad, por supuesto, es un concepto que se puede entender de muchas maneras, como objetividad ontológica, como consenso, etcétera. Para Amartya Sen, es un proceso de razonar con los otros, muy al estilo, así lo dice él mismo, de lo propuesto por Adam Smith cuando hablaba del espectador imparcial: ¿qué conductas son correctas? Simplifico horrores: aquellas que despertarían simpatía en un espectador imparcial si éste analizara nuestra situación en el momento de actuar.
Ahora, lo importante de esto es que, tanto para Adam Smith como para Amartya Sen, este espectador imparcial no tiene por qué ser un sujeto afectado por la conducta que queremos juzgar, como sugieren teorías al estilo utilitarista de Bentham.
No, basta con que el espectador imparcial pueda introducir una perspectiva distinta para que lo escuchemos, pues al hacerlo es posible que se enriquezca nuestro debate: escuchar al distinto, tolerar su posible disentimiento es fundamental para el debate, sin posiciones opuestas no hay nada que discutir, la democracia, en su seno, es tolerar el disenso.
Si sólo vemos el mundo desde nuestra posición, es posible que seamos engañados, por lo que Amartya Sen llama ilusión posicional, esto es: pensar que las cosas son como las vemos desde nuestra perspectiva.
Para terminar con estas ilusiones, resulta que la opinión del otro (que es quien tiene otra perspectiva, no quien está junto a nosotros y ve las cosas de la misma manera) es crucial. Tolerar el disenso abre las puertas para la construcción de nuevas posiciones para ver el mundo.
Así, por ejemplo, déjenme citar a Sen cuando se refiere a cómo una visión desde otro punto de vista puede posibilitar el cambio de valores hacia unos más justos, como dejar de discriminar a las mujeres en las ciencias y aceptar que son tan capaces como los hombres: “la necesidad de ir más allá de la posicionalidad de las observaciones locales, dentro de sociedades con arraigada discriminación, puede ser muy fuerte aquí. Observaciones de otras sociedades donde las mujeres tienen más oportunidades confirmarían que tienen la habilidad de desempeñarse tan bien como los hombres en el trabajo científico si reciben las necesarias oportunidades y facilidades”.
Y, por supuesto, esta idea de tolerar lo que el otro tiene que decir no sólo se aplica a la democracia y a la justicia. En la academia también es fundamental.
En fin, déjenme concluir este artículo diciendo que si no escuchamos a quien ve el mundo desde otra perspectiva, si no toleramos el disenso, difícilmente podremos cambiar nuestra realidad, porque no seremos capaces de ver que puede ser de otra manera.

En campus

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