21.12.11

La tolerancia (cuarta parte)


Como hemos visto, la idea de tolerancia se puede entender de muchas maneras, entre ellas varias que son contrarias a la práctica que defiende la filosofía moral, por ejemplo, la tolerancia como paternalismo. Hoy veremos tres formas de tolerancia (como actitud, como práctica y como virtud) y nos preguntaremos, junto con Bernard Williams, si es posible que los seres humanos podamos ser tolerantes de manera virtuosa. Quizá sea imposible. También veremos con qué razones se sustenta el concepto en estos distintos modos de ser.
Bernard Williams defiende que la tolerancia es necesaria ahí donde coexisten grupos con creencias incompatibles y esto sólo en casos difíciles, así lo expone: “tenemos que tolerar a otros y sus formas de vida sólo en situaciones que hacen que esto sea muy difícil. Podríamos decir que la tolerancia es necesaria sólo para lo intolerable”. Lo anterior es un verdadero problema: ¿cómo toleramos lo que no podemos tolerar?
Antes de abordar este asunto veamos cómo la tolerancia, en su nivel más básico, es la actitud que un grupo con ciertas creencias tiene hacia otro grupo. Tolerar es aguantar la existencia de los distintos, lo que no implica que sea una forma de ser exclusiva de las mayorías hacia las minorías, déjenme citar un ejemplo de Williams para demostrar lo anterior: “muy bien se puede decir que un grupo o un credo es 'intolerante' si lo que a éste le gustaría sería suprimir o echar a otros aun cuando, de hecho, no tenga poder para hacerlo”. Los débiles, los pocos, pueden ser profundamente intolerantes.
Ahora, esta actitud podría basarse en la virtud de ser tolerante, para lo que es necesario defender que hay un bien moral en el hecho de aguantar creencias que nos parecen inaceptables u ofensivas. Sin embargo, nos dice Williams, si bien esta virtud es posible, está tan limitada en la cantidad de personas que pueden realizarla que es un error creer que la actitud tolerante ha de basarse en un actuar virtuoso.
Para Williams resulta clarísimo que para tolerar es necesario que exista algo que debe ser tolerado, alguna creencia o práctica que un grupo piense que es incorrecta o indeseable. Pedir tolerancia es esperar que los grupos o las personas se deshagan de su deseo de suprimir o expulsar la creencia o la práctica que no aceptan, a la vez que conservan las propias creencias que en primer lugar les dieron el deseo de suprimir las de los otros.
En este sentido, la tolerancia involucra una tensión entre creencias por lo que se distingue del mero hartazgo o la indiferencia y tiene como base la idea de que para vivir en paz más vale ser tolerante (así nació la tolerancia religiosa).
Esta paz se puede basar en un deslizamiento hacia la indiferencia o en escepticismo, es decir, lo que me importaba tanto como para matarte o expulsarte ya no me importa o ya no sé si se pueden defender como verdades evidentes y únicas estas o aquellas creencias.
Esto nos lleva a la tolerancia como práctica política, que es muy importante para la convivencia, pero resulta menos exigente que la actitud tolerante y, por supuesto, mucho menos que la tolerancia como valor.
Sin embargo, para Williams muchos de los problemas de la tolerancia podrían resolverse a partir de este desplazamiento a la indiferencia.
Así pues, a quien le parece intolerable la homosexualidad, con un cambio de valores le puede resultar indiferente y en ese sentido no tendrá que tolerarla más.
Para Williams, quizá la tolerancia sea transitoria, una forma de actuar que nos llevará de un mundo intolerante a un mundo donde ésta, por escepticismo e indiferencia, ya no es necesaria.

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