26.10.11

ChicagoDF



El primero de enero de 2003 un grupo de amigos lanzamos una revista electrónica que se llamaba ChicagoDF. La idea era reunir crónicas escritas por personas que habitaran en ciudades que no fueran las propias. Yo escribí desde Barcelona. 


La revista murió a finales de 2004. Muchas crónicas se perdieron cuando dejé de pagar el servicio de hosting. Aquí publicaré algunas de mis crónicas, con algún mínimo retoque.  Las de mis amigos, o las tienen ellos o no las tiene nadie.


El Pleito
4 viñetas a modo de prolegómeno
1. Lleno de frío un hombre está tirado en la playa con una camiseta blanca, como la espuma. El resto del mar es negro, un indómito manto enlutado.

2. El viento pulula en las noches y llora, avanza como una procesión de partículas lácteas en la inmensa nada nocturna —parece una galaxia— y se estrella contra los cristales, haciéndolos gritar.

3. Los árboles, como las mujeres, se desnudan poco a poco; de vez en cuando pienso que la hojarasca, toda gris, es la camisa de una dama desnuda que se mece bajo la lluvia.

4. La llovizna no para, las calles fluyen en una película sucia y de grano reventado. A veces hasta parece que se escucha el proyector.

El pleito
El hombre de camiseta blanca se levantó y emprendió su camino al metro, cuesta arriba. Iba dando saltos, como si la película hubiese perdido unos cuantos cuadros, era de 8 milímetros, vieja. 

Estaba mojado y cubierto de arena. Su pelo negro cedía ante las huellas del tiempo, "hilos de plata en tu juventud". La barba tenía algunos días, era espesa: en ese momento bien podría ser lija. Encendió un cigarro, al llevarlo a la boca le tembló la mano de tanto frío.

Equilibró su cuerpo durante el recorrido subterráneo de 30 minutos deteniéndose de un tubo con la mano izquierda, la misma con la que fuma. La gente lo miraba, su falta de abrigo y su espalda arenosa llamaban la atención. No tenía pinta de vago, tenía más cara de lija mustia.  

Se bajó en Hospital Clinic y caminó hacia la calle París, en pleno eixample barcelonés, iba  rápido, tallándose las manos para ahuyentar el frío. Entonces empezó a llover. El golpeteó de las gotas en los árboles le recordó su infancia, los largos paseos que hacía por el hayedo mientras llovía. Encendió otro cigarro para que la brasa quemara, como si de verdad sucediera, la melancolía.

Entró al bar, empapado. Instantes después una joven que se sentaba junto a mí en la barra alzó el brazo para llamar su atención, el ensayó una sonrisa. La chica tomaba café, el pidió un whisky con hielo, igual que yo.

Como si no estuviera ahí, tan cerca de ellos, la chica comenzó a gritarle, le reclamaba de desatenciones e infidelidades, él fumaba y se "cagaba de frío". Pedí otro whisky, miré mi paraguas en el suelo e intenté poner más atención, discutían en catalán.

Ella comenzó a llorar, él seguía como tendido en la playa, viendo el cielo a través del techo, tal vez por eso la chica le limpió la espalda. Calló arena. Me hubiese gustado quitarme los zapatos para sentirme más cómodo, tal vez para pisar la arena y sentirme en el caribe.

Miré el reloj, el dijo que quería ir a casa por una "chaqueta" y ella volvió a subir el tono de voz, entonces él reconoció todo: que estaba enamorado de una brasileña, que llevaba días consumiendo speed vasco y que sí, pensaba dejarla de una vez por todas, estaba harto de su carácter celoso, infantil, posesivo.

Se quedó boquiabierta, él la besó apenas, dejó 5 euros en la barra y partió.

Me quedé una hora más junto a ella, como si mi sola presencia la reconfortara en su llanto, hasta que ella volteó a verme y dijo: "qué coño miras tío, por qué no me dejas en paz".

Pagué y me fui caminando bajo la lluvia, de tanto desconcierto olvidé mi paraguas bajo la barra. Ella lo tomó prestado para cubrirse de la lluvia.

En la noche se reconciliaron, la mujer se desvistió despacio, como un árbol, e hicieron el amor bajo el calor de su edredón blanco, mientras el viento, llorando, hacía gritar las ventanas; mi paraguas lo escuchó todo bajo la cama.

Una semana después volví al bar de la calle París, ellos habían pedido al barman que me regresara el paraguas junto con un whisky pagado.

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