2.6.11

Hume


David Hume tiene varios libros importantes sobre filosofía moral, para empezar, su Investigación sobre la moral. Además de este texto tiene otro maravilloso: La disertación sobre las pasiones. Son libros profundos que difícilmente podríamos explicar en estos breves artículos. Por ello acudí a uno de sus ensayos morales breves: La dignidad o miseria de la naturaleza humana. En este ensayo defiende de manera muy lúcida que no es cierto que el hombre actúe siempre guiado por el egoísmo, que la miseria no es una característica fundamental de la naturaleza humana y que al actuar de cierta forma, lo hacemos movidos por un sentimiento moral que nos lleva a apreciar las cosas que hacemos de acuerdo con la virtud.
Según el análisis de Hume, hay filósofos que insisten en señalar que los hombres somos miserables por naturaleza. Hay otros, por el contrario, que afirman que podemos ser dignos. Los sentimientos de estos últimos pensadores resultan beneficiosos para la virtud, es bueno pensar favorablemente de la humanidad.


Quienes dicen que somos dignos o miserables lo hacen a partir de una comparación, un perro y un caballo, sostiene Hume, pueden tener el mismo tamaño, de uno admiraremos su grandeza, del otro despreciaremos su pequeñez. Así, pues, dice Hume “cuando estoy presente en cualquier disputa, siempre tengo en cuenta si el objeto de la controversia es una cuestión de comparación o no, y si lo es, considero si los disputantes comparan los mismos objetos o hablan de objetos muy diferentes”. Y es que no es lo mismo comparar al ser humano con los dioses que compararlo con los animales, cito de nuevo a Hume: “el hombre está mucho más lejos de la sabiduría perfecta, e incluso de sus propias ideas de sabiduría perfecta, que los animales del propio hombre; sin embargo, la última diferencia es tan considerable que nada, excepto una comparación con la primera, puede hacerla parecer poco importante”.

A lo que tenemos que poner atención, entonces, es a comparar al ser humano con el ser humano, no con dioses ni con animales, esto nos lo explica muy bien José Luis Tasset Carmona, quien nos dice que para Hume “los términos morales, el lenguaje moral, la evaluación, el fenómeno de la moral en general, surgen a partir de la vida humana, de sus exigencias y necesidades y, por tanto, cualquier intento de sacarlos de su contexto humano los priva de su verdadero contenido moral”. Así pues, si queremos saber si una acción es buena o no, debemos comparar los motivos o principios a partir de los cuales los hombres actúan.

Dicen los que defienden que los hombres somos miserables por naturaleza, que no hay acto, por bueno que parezca, que no nazca del egoísmo más profundo, así pues, desde este punto de vista, quien ama a sus hijos lo hace porque son sus hijos y lo mismo sucede con sus amigos y con la comunidad en la que uno vive. Dirán que uno los ama porque tienen conexión con el Yo. Así pues, parecería que todo impulso para actuar proviene del amor al Yo, de la vanidad, del deseo de fama.

Sin embargo, argumenta Hume, quienes defienden esta postura cometen dos errores: “en primer lugar, descubren que cada acto de virtud o amistad va acompañado de un secreto placer; de donde concluyen que la amistad y la virtud no podrían ser desinteresadas. Pero la falacia en esto es obvia. El sentimiento o pasión virtuoso produce el placer y no surge a partir de él. Siento placer al hacer bien a mi amigo porque lo quiero, pero no lo quiero por causa de ese placer”.

Por otro lado, nos dice Hume, sostienen los defensores del egoísmo a ultranza, que los hombres virtuosos pueden ser poco modestos. Sin embargo, “es la mayor injusticia del mundo que, cuando se descubre algún atisbo de vanidad en una acción laudable, se le desprecie por ese motivo”. La vanidad no es como la avaricia y es fácil que se mezcle con la virtud, lo que no implica que los actos virtuosos sean todos egoístas.

En fin, Hume es el gran filósofo de los sentimientos morales, son éstos los que nos llevan a actuar según lo que estimamos correcto, por eso es importante desarrollarlos y esto se hace a partir de la educación. Sin sentimientos morales estamos condenados al egoísmo, la desconfianza, la falta de Estado y el miedo. Vaya forma de ser humano.


Cuando alguien les diga que todos somos egoístas, aunque no lo reconozcamos, desmiéntanlo, el mundo de los egoístas es violento e injusto.


En Campus




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