7.12.10

Que se llenen las plazas de conversación y gente

EL pasado fin de semana acudí a la Feria del Libro de Oaxaca, cuyo foro principal se encuentra frente a la catedral de la hermosa ciudad, en plena plaza pública. La idea es muy importante: hablar de libros en la calle.

Por supuesto que el ruido de los transeúntes que no quieren o no pueden detenerse a escuchar, y el de los niños que juegan en las calles a la pelota, puede incomodar a quienes hablan y a quienes escuchan —sobre todo si les dan un pelotazo—. Sin embargo, el ruido de la vida cotidiana no tiene que ser un impedimento para difundir nuestras ideas. Al contrario, lo que tenemos que hacer es sumar al bullicio diario el parloteo de los escritores, más si consideramos que los medios masivos de comunicación no soportan, ni en sueños, una hora de conversación y, por ello, por supuesta falta de espacio, exilian voces interesantes que “al público no le interesan”, para transmitir sin límite a sus mercachifles que, no sé de qué manera son capaces de, en veinticuatro horas, opinar en la radio, conducir un noticiario en la misma y luego en la televisión, además de escribir un artículo para el diario del día siguiente. Y esos son nuestros “líderes de opinión” —vaya concepto—, los que opinan sin tiempo para pensar, porque, insisto, con esas jornadas laborales, que me digan qué tiempo ocupan para hacerlo.

Así que a los medios masivos convencionales debemos, en general, darlos por perdidos, son un negocio que se quiere hacer pasar por plaza pública. Pero ojo, señoras, estudiantes, pasajeros, lectores, volteen a mirar, las plazas públicas están ahí, llenas de niños que juegan, de palomas que se persiguen en sus rituales amorosos y esas son las plazas de verdad, donde podríamos, como hicimos en la feria, reunirnos a hablar de lo que los medios callan. Más festivales, más ferias, más presentaciones al aire libre; y también nos queda internet, blogs, Youtube, Twitter, plazas virtuales, aunque desgraciadamente no del todo públicas y es que, claro, para poder entrar se necesita por lo menos una terminal con acceso a la red. Y luego saber usarla. Pero ahí está y también debemos volcarnos a esos sitios para compartir nuestras opiniones sin ocultar la cara, porque si queremos ver internet como plaza pública virtual no podemos permitir que se llene de enmascarados, de encapuchados que hablan irresponsablemente desde el anonimato. Eso suena más bien a reunión del infame Ku Klux Klan y no a plaza pública y libre.

Yo hablé en dos mesas distintas, en una de jóvenes escritores, en la que leí unos breves fragmentos de Bloody mary, la novela que acabo de publicar, y en la otra del arte de Yoshua Okón.
De mi novela leí un fragmento provocador, donde uno de mis personajes habla pestes de ciertos mexicanos. Sorprendió que una persona del público estuviera “completamente de acuerdo” con las palabras de mi personaje. Más que ganarse enemigos, se fue a casa con un adepto, porque la gente está harta de los demás. Y mi personaje lo está, y por eso es bueno señalarlo, para dejar en claro y sobre la mesa que no podemos seguir odiándonos.

Lo de Yoshua también resulta provocador. Quienes conocen su obra sabrán de lo que hablo. También hubo reacciones del público, por ejemplo, un famoso escritor le preguntó si en su arte no había cierto tono de “superioridad moral”. Y se armó el debate entre pelotas, campanadas y vendedores de esquites. Y más de alguno, espero, se quedó con algo. Habrá que salir a las plazas 100 millones de veces más para que México sea el lugar donde queremos vivir.

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