22.7.10

Honestidad académica

Quizá una buena prueba para evaluar la civilidad de la sociedad en la que se vive sea preguntarse si desconfiar del otro resulta o no una falta de respeto para él. Y es que si todas las personas fueran honorables y respetuosas, desconfiar de ellas sería poner en duda que se conducen de acuerdo con estas virtudes.

Digo lo anterior porque una de las cosas que más me llamó la atención cuando estudié en Estados Unidos fue la insistencia de los profesores en señalar las normas de la honestidad intelectual o académica que los alumnos debíamos seguir. En los programas del curso que nos repartían dejaban muy en claro los límites que no podíamos cruzar, las normas a seguir que básicamente señalaban que no debíamos hacer trampa en los exámenes ni plagiar —es obvio que la honestidad académica va más allá y no sólo compete a los alumnos sino, sobre todo, a los investigadores y profesores—.

En México, por el contrario, durante mis estudios universitarios nadie nunca me señaló qué podía y qué no podía hacer. Y no creo que esto fuera por desinterés, supongo que los profesores se basaban en la idea de que a la edad de un estudiante universitario, las personas deben ser suficientemente conscientes de que copiar y plagiar son perjudiciales, no sólo por implicar deshonestidad, sino, sobre todo, por ser un obstáculo en el camino del aprendizaje: si alguien copia es porque no sabe la respuesta y por ello podemos decir que no aprendió lo que debía. Y si alguien plagia no se esfuerza en sus trabajos ni razona y por ello tampoco aprende. Así pues, se puede concluir que si cada quien hace lo que quiere, aquellos que desean aprender ni copian ni plagian.

En los años que llevo dando clases, he transitado de la segunda posición a la primera por un sencillo motivo, tengo pruebas de sobra de que mis alumnos han copiado y han plagiado y si bien podría decir que es problema de ellos, me parece que necesitamos enseñar la importancia de la honestidad y no darla por sentada ni dejarla en manos de la conciencia de los alumnos. En este sentido, creo que es formativo poner reglas claras y, dentro de lo posible, hacerlas cumplir.
Decía al principio que una buena prueba de la civilidad que tiene la sociedad en la que se vive es preguntar si desconfiar del otro es una falta de respeto para él. Me gustaría asumir, así lo hice, que mis alumnos son honorables y honestos y que no debo desconfiar de ellos. Sin embargo, la realidad me lleva por otro camino, creo que no saben de virtud y valores y que es muy importante para la sociedad que sepan; quizá de mis clases no saldrán grandes filósofos, pero me basta con que salgan mejores personas. Y cabe recalcar que esta insistencia, más que basarse en la desconfianza, se sustenta en suponer que de hecho no saben de honestidad.

Si todos los profesores nos detuviéramos en esto seguramente estaríamos, como sociedad, más cerca de pasar la prueba que propongo. Eso es civismo, no saberse de memoria las efemérides.

5 comentarios:

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  2. Me parece más que lúcido su planteamiento, sus argumentos son buenos y, a mi parecer, pragmáticamente adecuados a las circunstancias en que muchos de nosotros (los alumnos) nos encontramos.

    Hay que reconocer que no basta con señalar el problema, en este caso la falta de honestidad, si no indicar a los sujetos que "tienen" esa actitud que es algo que esta mal, si se me permite meterme con criterios de está índole...

    Agradesco el texto y la puerta que abre para la reflexión.

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  3. Con pulso tembloroso y corazón acelerado tomo el atrevimiento de hacer esta entrada, miedo a una mala redacción, nulo estilo e insuficiente formalidad de la que me merece usted Doctor Oliveira.

    Cuento no más de tres décadas en mi haber y en esta corta existencia tres únicas figuras de la academia han marcado mi existencia, entre ellos usted. Sepase hombre de honorabilidad y respeto, virtudes de proporción suficiente para irradiar, contagiar y transmitirlas a sus pupilos con el sólo andar de sus pasos y el fluir de sus palabras. Quien en clase con usted no es tocado en la fibra más honda de su interior, disgusto habría de darnos. Me incomoda la idea de pensar que el nuestro fue el grupo que le llevó a tal reflexión, si ese ha sido el caso, sepa que de menos una mente ha tocado.

    Admirable Doctor Oliveira, se que muy probablemente borrará este comentario de su blog, lo asumo de antemano, sólo no quería pasar dejar la ocasión de hacerle saber mi admiración.

    PD. Asumo también mi falta de valor civil al quedar en el anonimato. Disculpe usted.

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  4. Todo esto es bastate ilustrativo. Pero qué pasa con los casos particulares, qué pasa con los detalles que se pueden conocer sobre el alumno que por alguna razón desconocida, entregó un mal ensayo, un trabajo deficiente en contenido, pero que en el resto de su trayectoria académica ha mostrado una buena evolución escolar y en alguna ocasión falló, de cualquier manera, y por un error, ¿se convierte en una persona dehonesta? o sacó la deshonestidad latente en él?.

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  5. Bueno el plagio es muy comun en el colegio y entre los licenciados que siempre algien a engañado a algio pero no se dan cuentan que la deshonestidad academica es un patrimonio moral...!!!

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