31.5.10

Días de facultad

Es triste que el futuro sea tan negro. Sucede que me paro frente al salón y miro las caras atentas de mis alumnos, intuyo su avidez intelectual, sus ganas de Platón, de Diógenes el perro, de Rorty, de Gadamer y, perdón lo cursi, me siento triste no por la avidez, sino por el porvenir: no veo en el horizonte reparación de la injusticia, más bien lo contrario: falta de oportunidades, violencia, daño. ¿Qué estamos construyendo? me pregunto, ¿Por qué se nos desparrama la esperanza? Y sé que no es que las cosas no sean por falta de voluntad; mis jóvenes alumnos leen, se preocupan por el otro, se transportan horas para debatir a Aristóteles y yo también me levanto cada mañana y preparo las clases que les doy tres veces a la semana, no porque el salario sea una motivación, más bien porque no tengo duda de que la democracia y el futuro se construyen en el diálogo, los valores y las instituciones.

Es más importante, me digo con insistencia, defender la transparencia que a cualquier candidato, es más importante la justicia que cualquier partido político. Ahí está la voluntad, pero nos la ponen difícil entre tanta farsa, tantos descabezados, tantos corruptos, entre tantos inmorales y, déjenme decirlo así, la filosofía sin esperanza es oscura: yo les hablo de humanidad y la humanidad se mata a balazos; yo les hablo de Kant y el petróleo inunda el Golfo de México por la avaricia de unos cuantos; yo defiendo la justicia y a ellos los asaltan y las violan.

Es oscura la filosofía sin esperanza, parezco un charlatán que habla de un mundo que no existe, un predicador con libros, un farsante que cacarea en griego: autarquía, frónesisdiké. Y sin embargo continúo, no por misericordia o ingenuidad, porque lo último que haré será rendirme. Una vida sin ilusiones es una vida de árbol. La humanidad es proyecto, palabras que significan esperanzas y por eso sueño. Así que seguiré parándome frente a la clase para decirles que la justicia existe, que es una idea y un camino por el cual hemos de andar para que podamos ser felices y estar tranquilos. Sé que moriré sin ver un país justo, estamos tan lejos de la justicia que unas cuantas décadas no nos alcanzarán para reconstruirnos. Y, no obstante, pese a los nubarrones, insisto, porque al final de cuentas creo que hemos dado pasos importantes: las mujeres pueden ir a la escuela, los negros pueden ser presidentes, los homosexuales pueden casarse y adoptar, las jóvenes pueden terminar con sus embarazos indeseados, yo puedo expresar mis ideas sin que me quemen en la hoguera de la Inquisición (porque no escribo del narco en Tamaulipas). Y todos esos derechos que enlisto me motivan a seguir hablando del contrato social y de la libertad.

Días de facultad en los que perseveraré hasta dar mi último suspiro, porque los jóvenes tienen derecho a la esperanza, a filosofar sin miedo y sin hambre, a ser libres, en nuestro país, éste que hoy se nos cae a pedazos.

Hagamos más licenciaturas de filosofía, de matemáticas, de astronomía, de pintura, la esperanza se construye con libros y palabras.

4 comentarios:

  1. Sí, es indignante. Pero mientras haya gente interesada por mejorar las condiciones sociales con base en el diálogo y la escucha, creo, vale el esfuerzo.
    Es una pena que haya tanta fuga de cerebros en el país, para poder dialogar necesitamos las condiciones mínimas de sobrevivencia, cosa que parece ser asunto de segundo plano para nuestros gobernantes.

    Pero seguimos intentando...

    Un saludo Profesor.

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  2. No vale la pena esperar sentados; la esperanza de un futuro justo y "apremiante" se construye cada día, es por eso que seguimos hablando de ética, de justicia, de libertad, de diálogos razonables; si bien hay muchos desinteresados por la moral y por las virtudes éticas, que creen el uso del poder y de la intolerancia es el mejor camino para resolver los conflictos diarios; estamos otros que creemos en otra manera de vivir, de relacionarnos y de expresarnos, siendo tolerantes, razonables, y pensando siempre en soluciones justas a toda clase de conflictos.
    Si creemos esto es precisamente por la esperanza en el proyecto de la humanidad, la esperanza en que el futuro no tiene porque ser el fracaso tan esperado por todos.
    Y es cierto que la ética no es nuestra salvación, pero si es nuestro motor para crear un entorno mejor, en el que cada individuo sea responsable de sus actos, en el que por encima de la violencia como resolución de conflictos exista el diálogo razonable, en el que el otro será visto con empatía y tolerancia.
    En eso radica la esperanza de la ética, en crear y hacer posibles estas condiciones de vida y de convivencia; es por eso que yo no esperaré sentado.

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  3. Como una de las estudiantes que ha tenido oportunidad de escucharlo hablar poniendo tanto énfasis en los problemas éticos en los cuales pocos ocupan su pensamiento, creo encontrar que, aún viviendo en un país injusto que parece detener todo ánimo de sospecha ante lo que se dicta a los ciudadanos, cuento con la mejor de la oportunidades para dar alas a un pensamiento que apenas va dando sus primeros pasos pero que, sin duda, espera encontrar aún más elementos a partir de los cuales pueda dudar, porque lo único que nos ha quedado es hacernos de un juicio crítico que nos permita ser libres de pensar con la mayor cantidad de elementos que nos puedan ser entregados. Como estudiante de la UNAM y, más en específico, de la FFYL, agradezco el esfuerzo que usted pone en entregar a través de sus clases y publicaciones, ideas que nos empujen a ser libres y a pensar en la justicia aún si ésta ha sido pisoteada. Mientras haya voces a través de las cuales esté vigente un pensamiento que se preocupe por lo mejor que contiene en sí mismo el ser humano, habrá oportunidad de que se difunda la idea de un cambio.
    Saludos profesor y gracias por ser partícipe de mi despertar ;)

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  4. Es un gusto leer estos comentarios, un saludo y gracias.

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