1.7.09

Guardar silencio

Que uno cree un blog puede implicar cierto apuro de publicar. Un ahogo de propalar torpezas cada tanto, periódicamente, como si el blog fuera una columna pagada, un modus vivendi. Pero ventajosamente no es así, el blog puede ser un instrumento con su propio ritmo.
Quien escribe un blog no tiene necesidad —a menos que sea uno de los pocos blogueros profesionales— de romper el silencio, como los perros, para comer. Tampoco tiene necesidad de hablar, igual que los aburridos, «para hacer algo».
El blog puede —aquí escribiría “debe”— tener silencios en su partitura, igual que la respiración y el pensamiento. Lo contrario, escribir por escribir, es un despropósito y, más todavía, si se tiene pretensión de que otros lean tal parloteo. Y otorgar silencio no es únicamente una pleitesía, es necesario para escuchar. Así, por ejemplo, cuando no escribo, leo, o bien, me tomo unos tragos con amigos en alguna cantina: las dos son formas de conversar. Y conversar, si atendemos al acto, no es sólo una serie de discursos intercalados, es también intercambio de silencios. Si no me callo, no te puedo escuchar y viceversa.

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